Las compañías que venden esta bebida tienden cada vez más a aglutinar todo el proceso de producción, con lo que dejan fuera a los pequeños productores. Las ventas y las exportaciones aumentan, los precios se van a los cielos, pero el campo mexicano queda desprotegido, muestran investigaciones de la UdeG

 

Por Julio Ríos
Publicado en la edición 933 de la Gaceta de la Universidad de Guadalajara

A la vez que las industrias transnacionales han ayudado a posicionar el tequila en el mundo, los pequeños y medianos productores se están quedando, poco a poco, fuera de la cadena productiva.

De acuerdo con cifras de la Oficina Estatal de Información para el Desarrollo Sustentable de Jalisco, las hectáreas sembradas por pequeños productores de agave han ido a la baja en la última década, señala Angélica Basulto Castillo, cuya línea de investigación, junto con Javier Medina Ortega, ambos del Departamento de Estudios Regionales (Ineser), del Centro Universitario de Ciencias Económico Administrativas (CUCEA), es la producción del tequila y la participación de las multinacionales.

En 2006 los campesinos sembraron 123 mil 149 hectáreas de agave. Para 2012 esta cifra descendió a 82 mil 776 hectáreas, y en 2015 nada más fueron 67 mil hectáreas sembradas.

En la cadena productiva del tequila tradicionalmente convergen quienes cultivan el agave, las empresas destiladoras y las distribuidoras o comercializadoras; ahora las grandes compañías transitan a un modelo que concentra cultivo, producción y comercialización.

“Estamos viendo las dos caras de la moneda: por un lado, el gran posicionamiento del tequila en mercados internacionales, el incremento en volumen de exportaciones, pero, por otro, el número de pequeños productores de agave, de agricultores, ha disminuido, porque las grandes casas tequileras están sembrando su propio agave. Recurren a la compra de cosechas de pequeños sólo cuando les hace falta producto”, detalla Basulto Castillo.

Según el Consejo Regulador del Tequila, hay mil 600 marcas de esta bebida, de las cuales apenas 300 están en manos de compañías extranjeras. Sin embargo, se trata de las más prestigiadas, como Herradura, Sauza, Cuervo, Cazadores, entre otras.

La producción del tequila ha aumentado gradualmente: en 1995 era de 134.8 millones de litros anuales; para el 2000 saltó a 156 millones y actualmente es de 273.3 millones anuales. Las exportaciones también crecieron: de 40 millones de litros en 1995, a casi 197 millones de litros en el último año.

“Hablando con asociaciones de agricultores, resulta que hace 10 años había 15 mil empresarios agricultores, y hoy hay cuando mucho 6 mil. Ya se dedican a otro cultivo, o ante la incertidumbre mejor rentan sus tierras”.

Afirma que el precio del agave ha subido, porque hay mucha demanda y poca superficie sembrada. Actualmente está a 13 pesos el kilo, lo cual afecta directamente a las tequileras pequeñas que siguen en manos de mexicanos.

Mientras los empresarios locales venden su botella a un equivalente de entre 10 a 20 dólares, las transnacionales venden en el extranjero la botella por un precio de entre 30 y 40 dólares.

“Esto impacta al empresario nacional. Como necesitas alrededor de 10 kilos para producir un litro. Entonces la materia prima vale 130 pesos, más lo que cuesta cocer, moler, destilar y envasar. El margen de ganancia se va a los suelos”, dice Basulto.

 

“Sembraron sin ton ni son”
Arandas es una de las mecas del tequila. Marcas legendarias han nacido en estas tierras alteñas. La bonanza de la bebida, a finales de los años noventa y en los primeros años del siglo XXI, sedujo a propios y extraños, que comenzaron a sembrar agave, convencidos de que obtendrían ganancias.

“Cuando hace unos años el agave llegó a valer 16 pesos, toda la gente sembró. Hasta profesores, abogados y albañiles plantaban agave, pero plantaron a lo puro tarugo. Gente que sacó hasta préstamos, porque tanteaban que a un solar le sacabas un millón de pesos y decían: de aquí me vuelvo rico, pero nunca contaron con lo que iba a pasar, porque la planta se saca hasta que tiene siete años, o incluso seis”, relata un productor de agave, quien sólo quiso identificarse como Pepe.

Añade: “Había mucho agave y se bajó a 40 centavos el kilo. Si tenías suerte, te lo agarraban fiado a cinco o seis meses. Y como ellos habían comprado el pie a 13 pesos, más químicos y fertilizantes, pues quebraron y todo lo perdieron”.

Es así, apunta, que son más bien los productores improvisados los que han ido desapareciendo. Quienes han podido sobrevivir, como Pepe, es porque tienen cultivos que promedian entre millón y millón y medio de plantas.

Para evitar desabasto, relata, las grandes empresas decidieron sembrar su propio agave. Algunas de las más sólidas llegan a sembrar hasta tres millones de plantas al año. No obstante, por la retirada de los pequeños productores ha habido escasez de agave, y por ende el precio ha comenzado de nuevo a dispararse.

“Ya ahorita volvió a estar en 15 pesos, porque muchos dejaron de plantar. A los seis años la planta ya sale rendida (con suficientes azúcares para el tequila). Pero para aprovechar el buen precio hay quienes lo sacan en tres años. Nomás que no rinde igual”.

Dice que ha visto que las tequileras más grandes llegan a sacar hasta diez camiones al día. Cada camión trae 800 bolas, dependiendo si es grande o chica, y cada camión alcanza para un horno de 20 toneladas.

“Así que dos millones y medio de plantas se las acaban en tres meses, porque para cada litro de tequila ‘ocupan’ entre siete y ocho kilos de agave”, afirma el arandense.

A esto se suma que la demanda de agave ya no sólo es para las tequileras, sino para las mieleras, que se han puesto de moda y de las cuales han abierto en la Zona Metropolitana de Guadalajara, Capilla de Guadalupe o Degollado. Con ello se hace cada vez más escaso.

 

Industria cada vez más rica
La bebida tiene cada vez más éxito en el extranjero, y con ello los montos multimillonarios que manejan, también se multiplican, como una bola de nieve que crece y crece.

La compra por mil millones de dólares de la marca Tequila Casamigo, a fines de junio, por parte del gigante Diageo, dejó boquiabiertos a los mercados. Esto es superior a lo que pagó Brown Forman por Tequila Herradura (776 millones de dólares) y más de los 100 millones de dólares que invirtió Bacardi al adquirir Tequila Cazadores en la década pasada.

“Este fenómeno de compra de empresas no es nuevo. El primer ejercicio que recordamos es de Sauza, que lo compra Pedro Domecq. En 1976 invierten y en 1990 compran la totalidad de la empresa. Las cuatro marcas más importantes: Sauza, Herradura, Cazadores y Cuervo, las compran los grandes distribuidores, que cuentan con un portafolio de bebidas de diferentes partes del mundo”, explica Javier Medina Ortega, investigador del Ineser.

Cuando compran la marca, también adquieren las instalaciones y las tierras para sembrar. Las empresas, considera Medina Ortega, han ayudado a mantener la calidad del producto y del proceso, para conservar los estándares que exigen los paladares más exquisitos.

 

“Entrada de extranjeros trae beneficios”: CRT
Para Ramón González Figueroa, director del Consejo Regulador del Tequila, las transnacionales han traído más beneficios, pues gracias a su impulso se exportan 156 millones de litros más que hace 23 años, lo que ha traído una gran derrama económica a toda la cadena productiva agave-tequila.

“En los últimos 10 años se ha dado un proceso de inversión internacional. De 35 países se pasó a 120. Contrariamente a lo que se cree, hoy en día, mayoritariamente, litro a litro, la inversión es mexicana. El 65 por ciento es capital mexicano y 35 por ciento capital extranjero. Suenan mucho por los nombres de las marcas, pero los volúmenes son pequeños. La mayor parte de la producción sigue siendo mexicana”.

González Figueroa sostiene que estos corporativos internacionales generan empleos en México, invierten en plantas nacionales y tributan aquí, además de que cumplen con la norma oficial mexicana y la declaratoria de protección. Al tener niveles de calidad internacional han llevado al tequila a las mejores mesas.

 

Boom del precio del agave
En este contexto no es extraño que el precio del agave también esté por las nubes. Basulto Castillo recuerda que en 2002 la planta tuvo su máximo histórico de 16 pesos por kilo, después de haber estado por los suelos, en un peso por kilo en 1988.

A finales de la década pasada, luego de los vaivenes cíclicos, comienza a recuperarse, a 4 pesos, llega a 10 pesos con 50 centavos el kilo en 2016 y actualmente alcanza hasta 13 pesos. Sin embargo, un factor que tiene en la zozobra a los agaveros es que la piña de agave dura entre siete u ocho años para madurar.

“Quienes ponen las reglas siempre van a ser las grandes empresas: a quiénes les van a comprar y a cuánto les van a comprar. Ahorita estamos viendo el boom del precio del agave. Hace un año estábamos en tres pesos con 50 centavos. Hoy en día el precio del kilo está a 13 pesos. ¿Hasta qué punto van a seguir aumentando?”, pregunta Basulto.

Añade: “Esto genera una gran incertidumbre en los productores: saber a cuánto estará el precio del agave al momento de cultivar sus piñas. Sólo queda esperar o establecer contratos a futuro con algunas compañías o recurrir a intermediarios que establecen contratos. Tienen que venderla al mejor postor”.

 

Cobijar a los pequeños
Basulto Castillo es de la idea de que los pequeños productores dependen del comportamiento del mercado y de cómo se mueven los grandes productores para obtener ganancia con destiladores.

“Ahora lo que hacen algunos es arrendar sus tierras a las grandes destiladoras. Ganan un poco, pero quedan fuera de la industria. Ahí está la otra cara de la moneda. Vemos a las multinacionales, pero no vemos hacia atrás para ver qué pasa con los pequeños productores”, comenta la investigadora.

Tanto Basulto Castillo como Medina Ortega coincidieron en que se deben impulsar políticas públicas orientadas al fortalecimiento de la cadena productiva de la industria, con la finalidad de que prevalezca y crezca en el ámbito regional, y en estas medidas deben ir incluidos los pequeños productores.

De lo contrario podría suceder lo que augura Pepe: “La verdad, que ya cada vez somos menos y nomás van a quedar los más fuertes. Yo soy medianito, pero de aquí pa’ bajo estamos bailando. Sabe Dios si de aquí a cinco años estemos”.